
¿Caos?
En un mundo que avanza a un ritmo vertiginoso, la sensación de caos parece ser una compañera constante en nuestro viaje. A menudo nos encontramos navegando en un mar de distracciones, donde las luces brillantes de la tecnología y las promesas de una libertad sin estructuras nos desvían del rumbo. ¿Es posible encontrar un ancla en medio de la tormenta? ¿Existe una brújula que nos guíe hacia la meta anhelada?

ELEMENTOS CLAVES PARA LLEGAR A LA META
“… Corrige al sabio, y te amará” Proverbios 9:8.
¿Caos? Muchas veces este sentimiento está presente en casi todos los ámbitos de la
vida. Pero ¿qué puede provocarlo? Si analizamos las causas que nos llevan a la
desesperación, podemos identificar como hilo conductor la falta de orden y disciplina. No
podemos negar que la tecnología y sus diferentes herramientas han llegado para
quedarse. En más de una ocasión nos hemos visto encandilados por sus luces brillantes
que, sin darnos cuenta, nublan y oscurecen nuestro camino, trayendo como consecuencia
dificultades y tropiezos.
A veces el orden y la disciplina son calificados como términos “atemporales” o “pasados
de moda”, dando paso a la “libertad” como el camino seguro para transitar.
Sin embargo, a diferencia de lo que se cree, el orden y la disciplina siguen siendo la
estrategia adecuada para incorporar en la crianza de nuestros hijos, en el quehacer diario
escolar o universitario de los niños y jóvenes, en el matrimonio e incluso en los distintos
aspectos de nuestra propia vida. “Castiga a tu hijo en tanto que hay esperanza; mas
no se apresure tu alma para destruirlo” (Proverbios 19:18).
Podemos observar, como un claro ejemplo, lo que pasa en el ámbito de la educación,
donde la tecnología también ha impactado, obligando al sistema educativo a adaptarse y
a aplicar nuevas estrategias para que los estudiantes logren los aprendizajes necesarios
para la vida. Como todo elemento desconocido, en un inicio generó confusión,
provocando esa falsa sensación de que sería la solución rápida a todos los obstáculos
que se presentan en la vida.
Uno de los principales problemas que se ha observado en educación ha sido el
debilitamiento de la capacidad de establecer el orden y la disciplina como parte esencial
en el desarrollo cognitivo de los estudiantes. En este sentido, no debemos entender la
disciplina únicamente como un control conductual sin propósito, sino como una estructura
que facilita el aprendizaje, propiciando un ambiente adecuado, sano y de respeto, que
favorece la concreción de metas y objetivos académicos.
Algunos especialistas señalan que, cuando los niños crecen en contextos estructurados,
no solo aprenden mejor, sino que también desarrollan habilidades como la planificación, el
razonamiento y la autorregulación.
Así, tanto la disciplina como el orden no deben verse como restricciones, sino como
herramientas que ayudan a los estudiantes a organizar su tiempo, asumir
responsabilidades y convivir de forma respetuosa.
¿Y qué ocurre en nuestra formación espiritual? La Biblia también nos muestra, a través de
diversos ejemplos, que la disciplina y el orden forman parte esencial de la formación en la
vida cristiana: “Instruye al niño en su camino, y aun cuando fuere viejo, no se
apartará de él” (Proverbios 22:6).
Debemos considerar estos conceptos como herramientas claves para el crecimiento
espiritual, recordando que nuestra meta es, un día, encontrarnos con nuestro Salvador
Jesucristo y ser hallados irreprensibles delante de su presencia, para ser galardonados
con aquella corona de victoria.
La disciplina es para edificación y no debe entenderse como sinónimo de “destrucción”
espiritual: “Es verdad que ninguna disciplina al presente parece ser causa de gozo,
sino de tristeza; pero después da fruto apacible de justicia a los que en ella han
sido ejercitados” (Hebreos 12:11). Dios, por medio de su Palabra, nos anima a
considerar estos elementos como aspectos esenciales para el crecimiento espiritual. Nos
advierte también sobre las nefastas consecuencias de seguir un camino de luces
brillantes que, al final del día, pierden su color y solo conducen a un precipicio espiritual.
La Biblia nos muestra varios ejemplos de hombres y mujeres que, a pesar de la
reprensión, continuaron viviendo una vida valiente y fiel. Asimismo, su Palabra resalta las
consecuencias de no llevar una vida ordenada y disciplinada, cuyo único desenlace es la
destrucción. El mensaje es claro: las vidas disciplinadas cosechan recompensa (amor,
restauración y aceptación de los demás).
Imagine que usted le entrega las llaves de un vehículo, grande o pequeño a un niño,
permitiéndole conducir solo. ¿Qué ocurriría? Probablemente ese niño avanzaría sin
dimensionar el peligro que representa desviarse del camino trazado, lo cual nos llevaría,
como padres, a actuar rápidamente para evitar que ese vehículo se dirija directamente al
precipicio. ¿Qué haríamos? Seguramente tirar del freno de mano, pisar los frenos o
incluso poner una barrera para evitar su caída. Ese niño, en un primer momento, sentirá
frustración, enojo y quizás desánimo; pero con el tiempo, lo valorará y agradecerá.
Hoy, muchos padres temen “pisar los frenos”; prefieren no inculcar la disciplina y el orden
como el camino adecuado para el desarrollo espiritual del niño o del joven. Temen
provocar sentimientos de enojo, tristeza, ofuscación o frustración. Sin embargo, Dios nos
manda a instruir y enseñar al niño, para que al final de su camino, llegue a la meta: “Le
basta a tal persona esta reprensión hecha por muchos; así que, al contrario,
vosotros más bien debéis perdonarle y consolarle, para que no sea consumido de
demasiada tristeza. Por lo cual os ruego que confirméis el amor para con él” (2ª a
los Corintios 2:6 al 8).
Es mejor que un niño frunza el ceño por un momento, que dejarlo correr hacia la
destrucción.
JAVIER SEGUIEL BARAHONA
Asistente Social
Hermano en Santa María
Conclusion
Por tanto, la elección es nuestra. Podemos ceder al temor de aplicar una corrección momentánea y permitir que nosotros o aquellos a quienes amamos se desvíen hacia la destrucción, o podemos armarnos de valor, abrazar estos elementos clave y construir una vida que dé "fruto apacible de justicia". Que el anhelo de alcanzar la meta final y recibir la corona de victoria de manos de nuestro Salvador nos inspire a poner orden en nuestro caos y a caminar con disciplina hacia su gloriosa presencia.

